jueves, 19 de enero de 2012

No sé que somos pero existimos.

Soy de otro mundo, me dije, y cerré mis ojos cristalinos. Soy de otro mundo, me convencí. Seguramente somos sólo un puñado, sí, sólo un puñado, aventados a la tierra hace mucho tiempo, sí, mucho tiempo. Llegamos de forma tan convencional que nadie nos vio llegar pero hemos estado aquí desde hace siglos, los poetas nos han dado sus mejores versos, los escritores nos han dedicado libros enteros, los matemáticos nos inventaron con las ecuaciones, los físicos saben que entendemos el proceso del agua, somos muy pocos arrojados al mundo, sí, al mundo. 
Nos distingue lo viejo, lo antiguo, nos educamos en una escuela vieja, entendemos el dolor, el sufrimiento, el amor, la vida, la muerte, la música, las obras naturales, las obras del hombre, entendemos lo que cualquier ser humano promedio entiende pero de manera distinta. Somos finitos, sí, finitos, como los humanos pero padecemos diferente. Los humanos no saben qué es el dolor, quieren suprimirlo, olvidar, seguir adelante sin sufrir, a veces nos preguntamos sí no somos más humanos que los propios humanos (más humanos que los propios humanos) y nos reímos a voces. Los humanos no entienden del tiempo, lo suprimen, inventan su propio tiempo, lo adoran para no sufrir ¡no sufrir les digo! 

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